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¿TENEMOS MENOS SEXO QUE ANTES?

Via: Cinemania. Pamela Anderson y Tommy Lee. 

21 de oct de 2024

Algunas encuestas del National Survey of Sexual Health and Behavior (NSSHB) en EEUU o NATSAL en UK sugieren que tanto adolescentes como adultos están teniendo menos sexo que hace 30 años. Este fenómeno se observa principalmente en países desarrollados como Estados Unidos y Alemania, pero ¿cuáles son las razones detrás de esta tendencia? ¿Es la tecnología la gran culpable? Y lo más importante, ¿está pasando lo mismo en Argentina?

Muchos artículos dicen que las nuevas generaciones (millennials, gen Z) tienen menos sexo en su temprana adultez o adolescencia que las generaciones anteriores. En el caso de Argentina, es difícil llegar a conclusiones porque no tenemos estudios específicos que lo confirmen. Pero si miramos lo que pasa en otros países y el impacto de la tecnología en nuestra vida diaria, podemos empezar a conectar los puntos.


En Argentina, aunque no hay estudios claros, podemos ver señales similares. Las estadísticas de PornHub, por ejemplo, muestran que Argentina está en el puesto 16 entre los países que más consumen porno en su plataforma. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿el sexo virtual está reemplazando, al menos en parte, las relaciones reales?


El acceso ilimitado al porno desde chicos cambia cómo se vive la sexualidad. Ver porno desde chicos genera expectativas poco realistas sobre el sexo, y en algunos casos eso termina desconectando a las personas del sexo real. Aunque el concepto de “adicción al porno” sigue siendo debatido, no se puede ignorar el impacto que tiene tener acceso ilimitado a este tipo de contenido en cómo nos vinculamos.


Además de la pornografía, las redes sociales también tienen un rol clave en este cambio. Las redes promueven ideales de belleza inalcanzables, y esa constante comparación genera insatisfacción con nuestro propio cuerpo. Esta insatisfacción afecta directamente el deseo sexual: cuando no te sentís bien con tu apariencia, es más probable que disminuya tu deseo de intimidad física.


Pero estos factores no son los únicos culpables. Hoy en día hay un fuerte enfoque en la individualidad y el desarrollo personal. Nos venden la idea de “mejorarnos” y enfocarnos en nosotros mismos en cada esquina, en cada post de Instagram. Esta tendencia hacia el autocuidado y la independencia, sumada a la presión social de alcanzar estándares imposibles, afecta especialmente a los jóvenes, y claramente tiene un impacto en cómo nos relacionamos y vivimos nuestras vidas íntimas. En una sociedad que cada vez valora más la realización personal y el tiempo dedicado a proyectos propios, las relaciones íntimas parecen haber pasado a un segundo plano. El tiempo que antes se invertía en construir vínculos emocionales y sexuales, hoy se dedica más al trabajo, la autoexploración o a lograr metas individuales.


Además, las redes son una máquina de comparación, no solo en el plano físico, sino también en el social. Ver la vida de los demás puede hacerte sentir que todo lo que hacés es insuficiente. Y sí, eso incluye tu vida sexual. Fácilmente podés creer que otros tienen una vida sexual más activa o “mejor” que la tuya. Esta percepción amplificada por las redes crea una sensación de insuficiencia que afecta nuestras relaciones sexoafectivas. Nos la pasamos midiendo nuestras vidas, y eso también incluye el sexo.


Y no es solo la comparación: las redes también nos desconectan emocionalmente. Paradójicamente, en un mundo tan conectado, la soledad y el aislamiento parecen más fuertes que nunca. ¿Conociste a alguien? Se siguen en Instagram. ¿Te gustó una persona? Le likeás un story, a esa persona, y a muchxs otrxs. El paso de lo virtual a lo real se vuelve cada vez más difícil, afectando la calidad de nuestras interacciones afectivas.


Entonces, sumemos todo esto: el porno, la obsesión por la individualidad, la constante comparación física y social que afecta nuestra salud mental. Todo esto apunta a una sociedad que parece estar viviendo en dos realidades paralelas: la virtual y la real. Y en medio de todo esto, el estrés y la ansiedad del estilo de vida moderno hacen que el deseo sexual se vea afectado aún más.


Las formas de vincularnos están evolucionando junto con los cambios sociales y culturales. El auge del feminismo, por ejemplo, generó nuevas dinámicas en las relaciones heterosexuales. A su vez, la noción de la masculinidad también está cambiando, lo que genera nuevas expectativas y desafíos para ambos géneros al momento de vincularse. En Argentina, el impacto del feminismo es profundo. Movimientos como Ni Una Menos impulsan cambios legales y culturales, y sin duda también influyen cómo las mujeres se vinculan afectivamente.


La posible disminución en la frecuencia de las relaciones sexuales es un fenómeno complejo que no se puede explicar con una sola causa. Vivimos en una sociedad cada vez más conectada, pero paradójicamente más desconectada en términos humanos. La gran pregunta es: ¿podremos reconciliar este deseo de conexión con la creciente desconexión que nos impone el mundo moderno?

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