
21 de oct de 2024
Viví afuera desde los 18 hasta los 25 años, estudiando, trabajando y viajando. Siempre volvía a Argentina con alegría, pero había algo que siempre me molestaba: lo primero que me preguntaban cuando visitaba era si estaba en pareja. Nadie me preguntaba por la universidad, por el trabajo, ni por los lugares que había visitado. Parecía que todas mis experiencias y decisiones quedaban en segundo plano frente a la expectativa de tener una pareja. Como si todas mis elecciones carecieran de peso si no estaban acompañadas de una relación. Esto te deja pensando: ¿es esto lo único que importa?
Avanzamos mucho como sociedad, pero la realidad es que, incluso hoy en día, la desigualdad de género sigue siendo evidente en aspectos como la presión social de casarse y tener hijos. Muchas mujeres experimentan una ansiedad constante por no poder equilibrar todas las áreas de su vida, sintiendo, además, que están "quedándose atrás".
La ansiedad por el futuro no es solo una cuestión de elegir entre carrera o maternidad. La verdadera presión proviene de una sociedad que todavía no nos permite deshacernos de la narrativa de que la mujer ideal es aquella que logra "tenerlo todo". Este ideal dicta que debemos ser líderes en nuestros trabajos, independientes y fuertes, pero al mismo tiempo, ser madres, novias o esposas, lindas y empáticas. Es el dilema silencioso que muchas mujeres enfrentamos: avanzamos mucho en derechos y oportunidades, pero la visión de lo que significa ser "exitosas" sigue atada a roles tradicionales.
Lo más curioso es que, incluso en esta era de empoderamiento femenino, el valor de la mujer sigue siendo juzgado en gran medida por su decisión de formar una familia, o al menos, de estar en pareja. Si una mujer elige priorizar su carrera, o simplemente decide que la maternidad no es su camino, todavía enfrenta la mirada inquisitiva de la sociedad. Se la percibe como "incompleta", como si su vida no pudiera estar plenamente realizada sin hijos. Los comentarios de "pobrecita" se cuelan en las conversaciones, sugiriendo que algo falta, como si esa elección no fuera tan válida como cualquier otra. Esta presión es aún más poderosa para las mujeres que eligen la soltería. Parece que la peor pesadilla para muchos es la mujer soltera y sin hijos.
Hay una doble moral evidente. Si un hombre elige no casarse ni tener hijos, su independencia es vista de manera positiva: “un soltero exitoso”, “dedicado a su carrera” o alguien que disfruta de la libertad que logró. Para las mujeres, en cambio, el mismo camino se percibe de manera muy distinta. La mujer que prioriza su carrera por sobre la maternidad es vista como “demasiado ambiciosa” o “egoísta”. Se asume que algo está mal, que en algún momento va a "arrepentirse" de no haber formado una familia. O, por otro lado, se la mira con lástima: "Pobre, qué sola debe estar", o “debe ser feo ver a tus amigas con hijos mientras vos seguís en la oficina”.
Hay muchas mujeres referentes que están solteras y sin hijos, y que son ejemplos de éxito. Jennifer Aniston, por ejemplo, no me da pena: me da admiración. Sí, estuvo casada, pero nunca tuvo hijos, y es difícil pensar que su vida es una tragedia por eso. Aun siendo la mismísima Jennifer Aniston, su vida personal era una fuente de criticas. Muchos diarios se atrevían a inferir que el hecho de no optar por la maternidad era el motivo de sus separaciones. Otro caso es el de Drew Barrymore. Drew habla abiertamente sobre vínculos y salud mental en su show, y su vida tampoco parece menos completa por no haber seguido el camino tradicional. Estos son casos de éxito muy visibles y no necesariamente representan a la mayoría de las mujeres solteras y sin hijos, pero es importante recordar que esta elección es válida. Jane Austen, Virginia Woolf, Chelsea Handler, Frida Kahlo, Marilyn Monroe... la lista sigue. Estas mujeres nos muestran que hay otros caminos y que no están necesariamente ligados a la maternidad.
Aún así, la presión social es difícil de ignorar. Queremos ser exitosas, lindas, inteligentes, pero no tan dominantes como para asustar a un hombre o a otras mujeres. Y, además, lograr balancear todos estos aspectos de la vida mientras corremos contra un reloj que nos recuerda que el tiempo se acaba. Tenemos que priorizar nuestra carrera, pero no tanto como para quedarnos solteras o sin hijos.
Esta ansiedad por no cumplir con las expectativas sociales es, en gran medida, una proyección de un ideal que no es nuestro. Es una presión que interiorizamos, y es por eso que cumplir años se vuelve aterrador. Estamos condicionando nuestra paz mental y nuestras prioridades según lo que otros esperan de nosotras, en lugar de preguntarnos qué queremos realmente, ya sea en términos profesionales o personales.
El verdadero desafío es dejar de medirnos por estándares externos y empezar a definir nuestro propio ideal interno. Preguntarnos si realmente queremos lo que la sociedad nos dice que deberíamos querer. ¿De verdad quiero tener hijos, o es algo que siento que "debo" hacer? ¿Disfruto del camino profesional que elegí, o lo estoy siguiendo porque es lo que se espera de mí? No se trata de rechazar la maternidad o la ambición profesional, sino de preguntarnos si esas decisiones nacen de nosotras, no de la expectativa social. Algunas mujeres priorizarán la maternidad, otras elegirán un estilo de vida distinto, y ninguna opción debería ser vista como superior o más válida.
El éxito lo podemos redefinir nosotras. La verdadera mujer moderna es aquella que vive y elige por sí misma, dejando de lado las expectativas que no le pertenecen.