
Franco Colapinto. Via Ambito Financiero.
28 de oct de 2024
Termina la carrera, Franco se sube a un alambrado. No para celebrar un podio, sino para grabar un video con la gente. Se sube, teléfono en mano, y deja que la locura de los hinchas lo envuelva. De fondo, el canto de los hinchas que no paraba: "Vení, vení. Canta conmigo, que de la mano de Colapinto, todos la vuelta vamos a dar". Locura que no para de crecer.
Una marea de banderas argentinas inundó el Circuito de las Américas hace un par de semanas; este domingo se repitió el fenómeno en el Autódromo Hermanos Rodriguez. Hace mucho que no había tanta presencia celeste y blanca en la Fórmula 1. Y no es para menos. Lo que comenzó como una promesa en las categorías menores, hoy se consolida como un fenómeno que traspasa fronteras y categorías. Pero hoy no vamos a hablar de automovilismo, hoy queremos analizar lo que llamamos “El fenómeno Colapinto”. Lo que sucede con Franco va más allá de lo deportivo.
Su carisma, sus respuestas simpáticas y genuinas en conferencias, y esa sonrisa desbordante de un chico que no puede creer lo que está viviendo, lo convirtieron en un fenómeno que no para de crecer. No hay barreras de edad ni género: grandes, jóvenes, hombres y mujeres, todos se sienten cautivados por él. La locura es tal, que algunos incluso se tatuaron su casco, como símbolo máximo de su admiración.
La fiebre del merchandising
El "efecto Colapinto" no solo se ve en las pistas. Los dueños de tiendas de merchandising aseguran que la demanda por productos relacionados con Franco revolucionaron el mercado: la demanda y venta de gorras, remeras, banderas con los colores de Williams y la insignia argentina no para de crecer hasta agotarse en tan sólo unos minutos. Según varios locales que venden estas prendas, Colapinto "transformó el merchandising automovilístico", algo que no se veía desde hace décadas. Y lo hizo en tiempo record.
¿Qué es lo que tiene Franco?
¿Qué es lo que tiene este chico que en poco tiempo hizo que todos se volvieran locos por él? Quizás sea su carisma, su sonrisa genuina, su forma espontánea de interactuar tanto con medios como con sus fanáticos. Porque sí, Colapinto demuestra todo en la pista, pero fuera de ella también. Cientos de fanáticos lo esperan para conseguir un autógrafo, una foto, o simplemente para estar cerca de él.
Lo que es indudable es que hay algo en él que hace que los argentinos sintamos sus logros como propios. Quizás sea su manera de vivir cada carrera con la emoción de un chico que está cumpliendo su sueño. Quizás también sea su forma honesta y divertida de hablar, y esa sensación de cercanía que transmite en cada gesto.
Todo esto ocurre en un contexto especial. Desde que Argentina ganó el Mundial y las dos Copas América, el sentimiento de orgullo argentino está más fuerte que nunca.
Colapinto no es solo una joven promesa, es el piloto argentino más prometedor en décadas. Desde los días gloriosos de Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón de Fórmula 1, hasta Carlos Reutemann, el último en sumar puntos en 1982, no habíamos tenido una figura de alto perfil en las pistas más importantes del mundo. Franco revivió esa ilusión, ese orgullo que parecía adormecido.
Cabe destacar que nada de esta locura que estamos viendo hoy, fue fácil de conseguir; el camino de Franco estuvo marcado por una gran cuota de sacrificio y esfuerzo. A los 14 años, tomó una decisión difícil pero necesaria para alcanzar sus sueños: mudarse solo a Europa, lejos de su familia y amigos, para competir en las categorías menores del automovilismo. Fue una etapa llena de desafíos en la que no faltaron momentos de duda y nostalgia. Sin embargo, su pasión y determinación lo mantuvieron firme, y fue justamente esa entrega lo que lo convirtió en un fenómeno que va más allá del deporte. Su historia de sacrificio resuena en cada hincha, que ve en él no sólo un piloto, sino a un chico que representa los sueños y la perseverancia de muchos argentinos.
Hoy, Colapinto es una inspiración, un símbolo de la tenacidad que impulsa a tantos jóvenes a luchar por sus metas, a pesar de las adversidades. Su tiempo en Europa le dio la disciplina y experiencia que hoy lo consolidan en la Fórmula 1, mientras sus raíces argentinas mantienen viva esa cercanía que lo caracteriza. Franco no solo lleva la bandera argentina en su casco, sino en cada gesto de gratitud hacia sus fanáticos, quienes lo ven como una esperanza renovada de triunfo en el mundo del automovilismo.
Empático, cercano a sus seguidores, y con una capacidad natural para conectar con el público, Franco es más que un piloto: es el nuevo ídolo argentino. Lo vemos en sus redes, donde es tan activo y cercano que parece uno de nosotros. Y quizás ahí esté el secreto: Colapinto no es solo un corredor, es el chico argentino que está cumpliendo un sueño, y nos invita a todos a soñar con él.